Basado en hechos reales: Tres no son multitud

viernes, junio 01, 2018

Me llamo Carla, tengo treinta años y las hormonas revolucionadas como una quinceañera. Cambié una vida ordenada por un pase directo al más absoluto desorden. Los sentimientos, establecidos como rutina, no fueron nunca santo de mi devoción. Preferí siempre las historias de amor que llevaban dosis de electricidad por cada uno de sus poros. Así que aposté todo al caos y le dije adiós a la calma.



Mi vida amorosa nunca fue una línea recta organizada. Más bien fueron curvas, frenazos y ese suspiro final de "por fin hemos llegado". No cambiaría nada. Ni una coma. No me arrepiento ni de lo bueno, ni de lo malo. O me hacía que me vibraran cada una de mis venas o me enseñaba lo que nunca más debería hacer. Pero dejemos de hablar de mí y hablemos de ellos.

Tres no son multitud. Aunque la gente se empeñe en decir lo contrario. Supongo que yo pensaba lo mismo hasta hace unos días. Mi vida amorosa y quien dice amorosa, dice sexual, vive un ritmo frenético de picos cardíacos. Eso quiere decir, que a veces me encuentro al borde del abismo rozando una frecuencia plana, que igual me salgo de la gráfica por arriba apunto del colapso cardiaco.

Llevaba un mes tranquila, cuando me llegó una invitación a una fiesta. Una fiesta en la que estarían dos de mis tormentas preferidas. Esas cosas solo pueden pasarme a mi. No le di mucha importancia: hemos venido a jugar, pensé. Pero esa semana mi cabeza tenía tres dueños: Nico, Mario y Jaime. 
- Jaime me roba el sueño. Y no le conozco, Empezamos a hablar por Instagram y sus ojos no me dejan concentrarme. Tiene una inteligencia fuera de lo normal y no hay nada más sexy que escuchar a alguien inteligente. Nunca le he visto pero a veces pienso que nuestros hijos tendrían unos ojos preciosos. Lo de hacerse ilusiones porque quedan preciosas, lo cumplo a rajatabla porque a lo mejor Jaime no se acuerda ni de mi nombre. Pero cuando veo su nombre en la pantalla, pongo cara de idiota y los dedos se me vuelven mantequilla y rezo porque el teléfono siga vivo cada vez que tengo que rescatarlo del suelo. 
- Nico es mi antítesis pero cuando lo tengo delante me pueden las ganas. Las manos y los movimientos encajan y eso no es fácil. Sonrisa por sonrisa y un pase de caricias que acaban en tormenta. No sé si él notará la electricidad, pero yo me muerdo el labio y eso solo me pasa si el puzzle encaja. Va y viene y yo siempre me juro que será la última vez, que no volveré a caer, pero tiene algo que me puede. Vuelta a empezar y sus pulgares, en mis caderas, siempre me acaban pareciendo una buena idea. 
- Mario es mi kryptonita y yo soy su talón de Aquiles. Nunca hemos podido evitarnos. La primera vez que nos conocimos sentados en una sala, la tensión saltó por los aires y acabamos perdidos en un juego sin retorno. Un juego en el que es fácil entrar pero del que nunca quieres salir. Cumple los cánones de Grey: guapo, rico, protector y dominante. Jodida combinación. Nuestra regla era que no podíamos quedarnos a solas. Pero cinco minutos después sus labios estaban en mi cuello y aquello era solo el preludio de un incendio. 

Mario y Nico en la misma fiesta. Y Jaime rondando en mi cabeza. ¿Qué podría salir bien? Empecemos...
Partamos de la base de que es más fácil que Rajoy dimita que que yo esté receptiva cuando alguien intenta ligar conmigo. No me gusta besar a personas que no conozco, odio las aplicaciones de ligar y la última vez que tuve una cita fue nunca. Me gusta besar conexiones, no desconocidos.  Llevaba un vestido blanco de encaje y el pelo recogido con un pañuelo, bailaba al ritmo de la música con mis amigas, cuando de repente a lo lejos vi a Nico. Noté cómo se me aceleraba un poco el corazón. Pero él ni siquiera me vio. En ese momento una sonrisa se cruza en mi camino y se presenta: Hola soy Yago. Me dice que le encantan mis ojos y yo me río porque sinceramente creo que tienen un color vomito horrible. Me hace gracia. Hablamos. Bailamos. Y yo solo pienso en lo perfectamente alineados que están sus dientes. Vuelve a sonreírme. Acabamos en el jardín bailando solos y yo disfruto como si tuviera quince años. Me besa. Y yo me dejo llevar. Es tan guapo y tan poco mi tipo, que me hace gracia. Seguimos bailando y seguimos besándonos y entonces empieza el frío y debemos volver dentro de la casa. Y ahí comienza el drama.

DRAMAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

Tres no son multitud pero cuatro, cuatro es una putada. Un imaginario, un chico tormenta, mi kryptonita y ahora ¿YAGO? No pasaría nada si no fuera porque todos ocupaban el mismo espacio-tiempo. Salvo el imaginario, Él no sabe que vamos a casarnos. Yo ya he hecho mi lista de invitados y en su lista he puesto; Rajoy, Lomana, Perez Reverte, el chico que trepó cuatro pisos, el señor de "Paco se ha matao", Zidane, CR7 no porque querría ir vestido de blanco como yo, Pablo Iglesias tampoco porque después del chalet no tendrá dinero para el regalo...Y bueno un montón más de buenos amigos. 
Cuando entramos en la fiesta Yago intenta besarme y yo le hago la cobra como Bisbal a Chenoa solo que se la justifico: "A ver Yago, en esta fiesta me conoce mucha gente y está feillo que me vean ahí intercambiando fluidos". En los exámenes justificar la respuesta siempre subió la nota, así que yo me merecía un sobresaliente. Yago acepta mi petición y se limita a rozarme cada vez que nadie mira. Yo sí que miro y veo a Nico con una cerveza y a Mario charlando animadamente con un grupo de chicos. En ese momento tan solo deseo que me trague la tierra y me escupa en un convento con la mente mansa y sin ganas de cometer pecado.
Tres. Tres pecados quería cometer en ese momento. Por un momento pienso en lo que me pondría hacer un trío con ellos, hasta que caigo en que sería un cuarteto y ese nombre no me inspira nada de confianza. Entonces pienso que podríamos añadir a otra mujer a la ecuación. Me gusta pero ya no me salen las cuentas. En ese momento Yago rompe mi momento de excitación mental y me dice que quiere volver a besarme. Me encanta, vuelvo a tener quince años. Tira de mi mano y me saca de aquella fiesta. Vamos camino de su casa, besándonos por todas las esquinas y creyéndonos que somos los reyes de la carretera. Como el Fari, pero sin taxi y andado por la acera. De repente suena un mensaje en mi móvil, es Nico: - ¿Dónde estás?- Me pregunta. Madre míaaaaaaaaaaaaaaaaaa, ¿no hay más horas al día? ¿No hay más días al año? Maldigo al karma por hacerme esto. Y pienso en todo lo que he hecho malo esta semana para que se esté vengando: me he saltado la dieta, como todas las semanas, no he cambiado el rollo del papel higiénico cuando se ha acabado el rollo y he cogido un taxi para hacer un trayecto de cien metros...Nada grave, así que pienso qué motivos tendrá el karma para cebarse conmigo. Mientras, Yago, me sujeta de la cintura y me besa como en las pelis cuando está clarísimo que se va a liar la prota con el chico que ha dejado todo por ella. Cuidado con las expectativas que luego pasa lo que pasa. Sí, las expectativas son peor que el azúcar.

Llegamos a su casa y ardemos. Por el tonteo, también, no solo porque hagan 60 grados a la sombra.  Pero la película da un giro inesperado de guión cuando me llama "gordi" y mi libido saca la bandera amarilla y pide la independencia. Le digo a mi libido "sé fuerte" que merecerá la pena. Y no me  equivoco. Empiezo a desabrochar su camisa y de repente le veo unos pectorales que parece que se los ha esculpido con un cincel el mismísimo Miguel Ángel. Dobla el brazo y me imagino haciéndole una estatua en mi salón. Y en ese momento, mi teléfono comienza a sonar. Mi puto teléfono empieza a sonar. Y entre beso y beso alzo cuello cual jirafa para ver quién me llama: MARIO. Ahora es Mario quien me llama. O sea, mi teléfono lleva un mes que le faltan las bolas del desierto y ahora tenía, un mensaje de Nico, una llamada de Mario y a Yago entre las sábanas. Mario me vuelve a llamar y me escribe un mensaje: necesito verte.

¿Por qué señor? 
¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿Por qué???????????????????????????

Por un momento se me pasa por la cabeza preguntarle a Yago que si piensa que tres son multitud. Y luego me acuerdo que son cuatro y desecho la idea porque no he desayunado muy fuerte hoy y no nos engañemos, que con 30 años y tres maromos igual me acaba dando el lumbago en mitad del festín. Le doy las buenas noches a Yago y me duermo maldiciendo al karma. Y le juro que no volveré a saltarme la dieta, que cambiaré el rollo del papel higiénico y que no cogeré un taxi para un trayecto de cien metros. Pero también le doy gracias por no haberle dicho a mi regla que junto con el mensaje de Nico, la llamada de Mario y los pectorales de Yago, también viniera ella a verme. Al final, con una cama grande, tres no son multitud si nos organizamos bien...

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